Unos días antes de que empiece el
mes de mayo, Alejandro Torres Negrón, estudiante de Derecho de la Unsa y miembro
del tercio estudiantil, me contactó por facebook para conversar sobre la
posibilidad de dar arranque a un cinefórum en el auditorio de su facultad. Me
consta que es una idea que él ha ido madurando, porque el año pasado ya
hablamos someramente sobre ello. Junto a Carlos Bellatín, gran cinéfilo, y él,
conversamos un poco sobre porqué insistir con el cine, en estos tiempos
neoliberales en los que prima justamente el mal cine y las ansias de
monopolizar de las grandes productoras que apuestan por lo mediocre; también
estaba el hecho de que las películas que se proyectaran tenían que tener
relación con el Derecho. Muy bien, hay decenas de buenas películas que se
podrían mencionar que se acoplaran a este objetivo si uno repasa mentalmente
la historia del cine. El asunto de fondo era promover que los estudiantes y el
público en general, sepan diferenciar el buen cine del malo. Más allá de
complejas consideraciones de las palabras «bueno» y «malo», y de modas
transitorias, se entiende por buen cine uno que nos humanice, que nos libere,
que nos despierte a una conciencia global, que nos situé en cada una de las
realidades que nos ha tocado vivir, que nos haga entender que estamos inmersos
en un sistema depredador que está extinguiendo el mundo, y que a la vez (con
todo eso) nos nutra con su estética, con un elenco actoral esplendoroso, con
una iluminación sumamente meditada y un argumento que sepa conducir nuestras
emociones y que, además, una vez acabada y exhibida la cinta termine siendo una nueva estética que se engarce con precisión en la historia. Se entiende por mal cine
aquel que resulta siendo un producto industrial (sobre todo estadounidense),
que vale por los millones que hace, una plataforma donde salen a la luz unos
egos alucinantes, unos actores que terminan vendiéndonos relojes en las revistas,
que en definitiva distrae o cree que distrae pero que no deja nada, en el que
el espectador de cine entra idiota y sale idiota. Me resulta una buena metáfora
de todo lo anterior el que se recuerde mucho más la escena de Buñuel en El
perro andaluz, cuando esa nube y ojo rasgados nos revelan algo mucho más
profundo que cualquier escena de la fácilmente olvidable Avatar.
Entonces arrancó todo el viernes
dos de mayo. A las cuatro de la tarde se inauguró el cineclub «Carlos Oquendo
de Amat», en homenaje célebre poeta puneño que logró transmitir ese amor al
séptimo arte a través de sus fulgurantes versos. Las palabras previas fueron
dichas por el director del cinefórum, Jordan Martín Jauregui y el gestor de todo
eso, el mencionado Alejandro Torres Negrón. El evento congregó a varios
estudiantes de distintas facultades y a algunos foráneos a la casa de estudios. El primer film proyectado fue Karakter, de Mike Van Diem. Lo novedoso de todo el
asunto era que antes de la película y después de la película, habría, primero
una exposición de la misma, a cargo de un presentador (en esa primera fecha
se encargó de esto el poeta y abogado César Belan), y luego un conversatorio
donde lo principal sería la interacción con público asistente, siguiendo los
lineamientos de un cinefórum bien esquematizado. Fue una experiencia agradable,
también por el hecho de que hubo algunos inconvenientes técnicos que nos
permitieron charlar con los chicos de manera más amena hasta que la película se
reparase y hacerles partícipes de en qué consiste precisamente el lenguaje
cinematográfico y en qué cosas fijarse a la hora de ver una obra de arte para
disfrutarla de una manera completa. Se hizo el brindis de honor y al final se
programó un ciclo para un mes de películas del siguiente viernes en adelante.
La estrategia de partida era que mientras más público ingrese mejor
funcionarían las cosas. A lo largo de los meses, se han proyectado varias
películas que han tenido, yo creo, una buena cogida, y las han presentado un
distinguido grupo de personas que se relacionan con el cine desde sus
diferentes facetas en la vida cultural arequipeña, se ha saltado de un tema
específico a otro en las diferentes ramas del derecho. Películas como La
naranja mecánica, Los juicios de Nuremberg, Rashomon, El
secreto de Vera Drake, entre otras, han servido para hablar a la vez de Cine y
de Derecho pero sobre todo centrándonos en lo que nos toca vivir cada día,
sacándole el mensaje idóneo para nuestras relaciones sociales con nuestro entorno.
Casi en paralelo al nacimiento del
cinefórum de la facultad de Derecho, nació el cineclub «Alain Resnais» de la
escuela de Ciencias de la Comunicación de la Unsa, esta vez en honor de un
grande del cine europeo, el francés Alain Resnais, miembro eminente de la
‘nouvele vague’ francesa; que destacó con películas brillantes como Hiroshima
mon amour y El año pasado en Marienbad y que ilustra como nadie las
consecuencias inequívocas de las dos grandes guerras que ha visto el hombre del
siglo XX y que nos sirven bastante a la hora de configurar la
postmodernidad. El día martes trece de julio, en el auditorio de la facultad,
se arrancó con esta otra gran experiencia, tuve el honor de asistir como
invitado al evento para charlar sobre la importancia del cine en la cultura y
exponer un poco de qué trataba la película que los espectadores iban a ver, en
ese caso Hiroshima mon amour, del mentado cineasta galo. La organización
recayó en un magistral equipo encabezado por Roberth Orihuela, un inteligente
comunicador, muy activo en su facultad, que ha sabido transmitir esa pasión por la cinematografía a los que lo rodean. Aquí también se le ha dado cabida al
género documental, enlazándolo con lo que vienen estudiando, por ejemplo se han
presentado documentales de bella factura, como: La ciudad de los fotógrafos, La revolución no será televisada, La
doctrina del shock, entre otras, algunas veces también cine peruano, como la
notabilísima Días de Santiago.
Afiche del 1er festival de cortometrajes de la UNSA |
Pasaron los días y de pronto Roberth proyectó un Festival de Cortometrajes, me pareció sin duda una idea realmente
maravillosa. El veintiuno de junio se lanzó la convocatoria al 1er Festival de
Cine «El arte de la vida», a desarrollarse del 14 al 18 de julio, un evento
realizado por los alumnos de la escuela de Ciencias de la Comunicación de la Unsa.
Se estipularon premios económicos para los tres primeros puestos en el concurso
y además habría exposiciones y conferencias. En esta ocasión fui invitado para
ser jurado de este certamen, pude ver algunos de los nueve cortos en juego in
situ, Guido Baca, integrante fundamental de la organización, me alcanzó todos
los cds en un sobre cerrado para verlos con más detenimiento en casa. La tarde
del 15 de julio visioné el amor al cine de varios muchachos que no superaban
los 25 años. Había de todo, desde ideas que se amparaban en la animación, a un
corto en forma de reportaje o crónica policial, desde un mimo que asesinaba —cómo
no— en silencio a sus víctimas, hasta una trágica historia de un adolescente
que no consigue quitarse de encima su pasado ovíparo, desde un poema de amor
taciturno, hasta los barrotes feroces de una cárcel. Creo que a todos los
trabajos los une el hecho de que son experimentales, tanteos de una persona que
está poniendo los pies en la realidad, ideas propias que van cogiendo
velocidad; en todos hay una crítica al statu quo, una reivindicación juvenil
que pide a gritos ser oída. El primer puesto se lo llevó una joven que está muy
relacionada con el mundo del teatro, Ángela Zarate Mancilla, con el corto Nunca lo hice, Se trata de
una historia con tintes psicológicos, donde todo ocurre en la cabeza del
protagonista, todo esto sazonado con un buen manejo del tiempo (algo que no
ocurrió con los otros films) y un excelente control del sonido. El segundo
puesto fue a parar al corto Conciencia Reclusa, de Luis Enrique Ponce,
estudiante de la universidad Católica y el tercer puesto lo obtuvo el corto Lo
que deseo de Miguel Ángel Huamaní Benites. Se les premió el viernes dieciocho
al mediodía, y un día después, en el programa semanal Cinepsis de la radio El
Pueblo (960 AM), conducido por Sonia Quispe, se presentaron los vencedores para tener
una amena charla sobre cine y para que nos expliquen sus trabajos. Ese día
confluyeron las ideas, se conectaron las mentes y se barajó la posibilidad de
elaborar un colectivo audiovisual que sea capaz de poner en el centro del foco
cinematográfico a Arequipa, para que esta ciudad sea capaz de repensarse a
través del cine.
Ángela Zarate Mancilla, ganadora del concurso de cortos «El arte de la vida» |
«Cineclub Carlos Oquendo de Amat»
«Cineclub Alain Resnais»
https://www.facebook.com/cineclubalainresnais?fref=ts
https://www.facebook.com/cineclubalainresnais?fref=ts
«Cinepsis»
Artículo aparecido en la edición del lunes 18 de agosto de este año en el semanario Vista Previa